HORA BRUJA / LAS NOTAS DE VERDI ESTÁN LLENAS DE AMOR (bis)






El atardecer también hace vibrar al corazón (M. Español).



Mi mente entra en una vorágine de ideas a cual mas disparatada, mientras la cabeza gira y gira sin descanso, marcada por el ritmo que llevan mis piernas. Por momentos rio, por instantes sonrió, por segundos me siento embargado por una emoción, que no se donde me llevará. De repente noto que me invaden las notas verdianas de La Traviata. Si, me siento un autentico loco surrealista que danza solo mientras canta en solitario casi a pleno pulm

 el famoso brindis por el madrileño Parque del Oeste. "No, fotos no, que me dan mucha vergüenza", le digo a una pareja paseante al ver sacar su cámara. Ellos insisten en eso de "no se preocupe usted, que hay gente para todo y no llamará la atención". Si lo sabré bien... Hacemos unas risas entre los tres, logro que se calmen en su empeño, y prosigo mis andanzas tratando de hacerlas de forma natural, que no es plan de que luego me incluyan entre los casos raros que pueblan este país aún llamado España. Sigo con Verdi y ahora le llega el turno al aria de en la que Violette manifiesta su amor desesperado por Alfredo. El asunto se pone triste y me dan ganas de gritar a dúo mostrándome de parte de la protagonista, si bien mi voz no es de soprano y el ridículo resulta  inmenso.

"Despierta, baja de tu nube, Gabino", me digo a mi mismo. Si cuando he salido de casa lo que quería era viajar a Egipto, país hechicero que me atrapó en mis estancias anteriores y que hace sentirme preso de nostalgia siempre que pienso en él. Ni puedo ni quiero despertar de mis sueños, aunque los ojos los mantenga abiertos. Con la imaginación se pueden hacer realidad los paisajes que uno quiera, vivir amores tiernos o no tanto, adentrarte en las entrañas de la tierra, disfrutar de aventuras de la mano de Julio Verne, sentirte parte de los grandes dramas de León Tolstoi. ¿Que eso no es real? Pues ha ocupado el propio espacio de tiempo, y ello si es irrebatiblemente cierto. Vamos, para no arrepentirse.

El caso es que en estos momentos me encuentro hecho un romántico lobo solitario en este Madrid en el que jamás uno podrá sentirse extraño. Jimena no llega hasta mañana y es tanto lo que la echo en falta, que mi brújula oscila en exceso y sin remedio. Es tan bello el paisaje y falta tan solo una media hora para que se produzca la puesta de sol mas hermosa, que el entusiasmo se desata parejo con unos momentos que emocionan. ¡Como no va a ser de esta manera si es que estoy llegando al templo de Debod! Observo a parejas que se besan ardientemente, chicas y chicos bien amarrados, parejas de ancianos que se miran amorosamente a los ojos y que también sienten la llamada del amor. Saco mi maquina y comienzo a disparar para sacar imágenes que nunca podrán igualar a la realidad sentida en el momento.

Doy un salto premeditado en el tiempo y puedo decir que ya estoy en Egipto. Navego por el Nilo y creo ver cocodrilos, lo que me hace pensar que nunca cruzaré este inmenso rio a nado. A mi memoria vienen los recuerdos históricos de cómo Moisés fue dejado en una barquita de juncos en la orilla del gran río al poco de nacer, de esta manera hasta que fue salvado de las aguas. Hermoso cuento.

Por fin, tras una noche en vela en la que no he pegado ojo, pero en la que he tenido  la oportunidad de ver amanecer en el desierto, llego a una de las grandes maravillas del mundo: Abu Simbol, en la parte Nubia del Sur. Sus enormes e impresionantes templos fueron sacrificados por la increíble obra de ingeniería como es la presa de Asuán, hoy conocida como Lago Nasser.  Pero el trabajo realizado allí conjuntamente por arqueólogos de países de todo el mundo, entre ellos España, a fin de salvar tesoros de tan incalculable valor y ubicarlos de nuevo totalmente recuperados piedra a piedra unos metros alejados de los limites de la presa, tampoco tiene precio. Aun se me ponen los vellos de punta cuando recuerdo esas maravillas que hoy siguen siendo patrimonio de la humanidad. No exagero si digo que el pasado tan esplendoroso lo continúo viviendo en presente.

El trabajo por parte española tuvo una merecida recompensa concedida por el Gobierno egipcio. Gracias a ello Madrid, y por consiguiente todos los españoles, podemos disfrutar de la contemplación de este verdadero vestigio cultural e histórico. 

Ahora me hallo atravesando unos momentos mágicos. Entro en el templo de Debod y mi asombro va en aumento. Salgo por fin a la explanada y el astro sol ha empezado a bajar. Faltan muy pocos minutos para que se produzca el ocaso. La emoción se desata y en mi interior suena con fuerza la marcha triunfal de "Aída". Egipto está pletórico en esta mente mía tan basculante e intensa. ¿Donde esta Jimena? Vuelvo a gritar: ¡Jimena  te necesito". Helios está a punto de atravesar la línea del horizonte. Los rayos luminosos se filtran entre las nubes y el espectáculo visual casi en la penumbra parece lanzar los mensajes mas álgidos. Las parejas se besan y abrazan. Mientras, desesperado, lanzo esta vez con fuerza  a los vientos sacudidos por Eolo tan solo dos palabras repetidas: ¡Jimena, te quiero! Cada uno va a lo suyo y no llamo la atención. Así que hoy mi amor es mas grande que nunca.


MANUEL ESPAÑOL

 

 

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