DESDE MI VENTANA / ¿QUIEN ES EL BICHO?


En el bello entorno de Blecua (Huesca) se mima el paisaje. / (Foto: M.Español)


Tengo los codos apoyados en mi ventana y en esta ocasión me ha dado por pensar en lo divino y en lo humano. Ya sé que a veces da la impresión de que estoy algo así como una cabra  con tintes surrealistas pasados de rosca. Pero es que hay momentos en los que me siento extremadamente provocado por intolerantes que tan solo se escuchan a sí mismos, personajillos que se  creen capacitados para sentenciar en cada frase, y que además no entienden la máxima de “respeta y serás respetado.” Siento que surjan problemas que pongan de relieve la alta incapacidad de algunas de las partes. No me refiero exclusivamente a los tropiezos políticos, ni a frases hechas como esa de “los extremeños se tocan”. Jamás. No quiero faltar a nadie, y menos en una época como esta en la que se produce una carencia casi total de argumentos debidamente razonados. No deseo tampoco molestar ni ofender a persona u organismo alguno, aun a pesar de que se ponga de manifiesto con bastante frecuencia una abultada disparidad de criterios.
Lo que sí resulta muy lamentable y triste en estos tiempos de pandemia es que impere la ausencia  de solidaridad, y  que no se sepa luchar contra el enemigo común que tenemos en todo el globo terráqueo en el que parece que imperan los intereses creados
Me molesta y siento que se hable y trabaje más de armamento que de ayuda al prójimo, en detrimento del mundo científico. Así nos va. No, ni trato ni quiero molestar, e insisto en que demando respeto, y también exijo valores iguales a cada uno y a todos los que componemos la población de este mundo tan desigual sin valorar que uno a uno y todos en conjunto somos iguales, seamos de las creencias políticas que tenemos los sufridores y hasta sin entrar en el aspecto religioso.
Sé muy bien que más de uno o una a quienes llegue mi onda, si es que llega, me dirá eso de “tu estás loco, chaval”. No pienso llevarles la contraria ni entrar en dilemas que a veces pueden parecer absurdos. Soy amigo  de las utopías, pero muchos también me dirán con algún asomo de carcajada que parezco un soñador descerebrado; ya lo saben, que “parezco una cabra con tintes surrealistas pasados de rosca.” 
¿Alguien me acompañaría en este camino? No pienso arrojar mi toalla. Espero que aún haya quien en esta época de desgracias y de desencuentros sonría a los vientos y diga que “la vida también puede ser bella”. Yo estoy convencido de ello, que hay momentos en los que las risas y el buen humor son decisivos en el buen desarrollo de nuestra existencia. ¿Verdad que sí, señor Putín, señor  Biden, señor Sánchez, señora Merkel, monsieur  Macron y demás mandatarios de esta especie de poderosos que algunos llaman “casta,” no sabemos a donde nos quieren llevar.
Sean buenos y por favor, pónganse de acuerdo; eliminen o maten al bichito malo. Las generaciones futuras lo agradecerán.
Por cierto, ¿quien es el bicho?

MANUEL ESPAÑOL

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