HORA BRUJA / EXPLOSIÓN MOZART EN SALZBURGO

 

Ensayo general del "Requiem de Mozart", en la catedral de Salzburgo. (Foto M.Español).

Voy a explotar emocionalmente, seguro.  El sueño de los sueños, escuchar a Mozart en la ciudad en que nació, allá donde se respira arte, y donde la batuta de Von  Karajan prodigaba en tiempos diferentes, los halos envolventes de una música propia tan solo de los grandes genios. Estoy en el avión, y nada más tomar altura, cierro los ojos sin prestar atención a Blanca (perdón). Se trata de mi celeste compañera de viaje, de una profesora de música amiga de Jimena y mía (nada más que amistad entre ella y yo, quede claro), que eleva el ánimo allá donde se encuentra, y provoca entusiasmo con las notas hermosas del  piano. Ella sueña  también estar apoyada por una orquesta sinfónica, así como de  unas impresionantes voces corales. Juntos son capaces de transmitir imaginación y arte, en perfecta simbiosis artística. Así me lo narraría ella mientras hacíamos una pausa onírica sobrevolando las mágicas elevaciones  alpinas .

Ambos participábamos durante el vuelo de los mismos sueños e ilusiones. De esta manera llegó  un momento en el que observé  a Blanca, que había vuelto a soñar. L le miré y su expresión era dulce, mientras que su vez con la mano derecha hacía unas piruetas especiales, que me daban la impresión de seguir  el estilo Karajan al modo precisamente de este genial artista que además del maestro Wolfgang Amadeus Mozart, también fue el mejor director de las obras más magistrales de  todas las épocas conocidas. Pongamos que me refiero al alemán Ludwig Van Beethoven.

Así me descolgaba del mundo de Blanca, volvía  a cerrar los ojos y a dormir medianamente despierto, dominando el escenario que en esos momentos solo existía en mi cabeza y en mi propio interior. Ahora me convertía en la persona más feliz, y casi  habíamos comenzado aún nuestra aventura viajera entre las nubes y las estrellas.

El caso es que en esos instantes, en pleno vuelo, no hacía  más que poner en marcha mi imaginación a la vez que creía estar en la realidad con la que doy compleja vida a mi manera. Así que atravesaba un cielo inspirador en el que una sinfónica muy especial  que en esos momentos interpretaba al hijo predilecto de Salzburgo, teniéndome a mi como solista despistado, ya que lo primero que se me ocurría eran algunos compases de “La reina de la noche”, de la última ópera compuesta por Mozart a la edad de 36 años. Me refiero a “La flauta mágica”. Pero está muy claro que como mi voz no es precisamente la de soprano, recibí una sonora pitada del resto de los pasajeros, que me despertaban con muy mal humor. Pero del susto me repuse  rápidamente e intenté dar réplica a la Reina, quiero darle paso al personaje de Sarastro. Nuevas pitadas y el despertar de mi buena amiga, que se  mostraba  escasamente agradable.

El avión por fin, entró en el espacio aéreo austriaco, cruzó el río Salzach  (250 kilómetros) y permitió disfrutar de un hermoso paisaje.

Por fin llegamos a Salzburgo, una ciudad coqueta, bella y con edificios que invitan al disfrute de unas  vistas montañosas, a veces salpicadas de nubes o de un sol hechizante Paseamos por  la parte central ciudadana y pronto encontramos el sabor a Mozart, para mi el más preferente  autor que ha dado el mundo. Un músico de calle centraba la atención de un numeroso público que no paraba de sacar  fotos y otros que grababan el sonido producido por el personaje de Papagayo con su minúscula flauta de forma triangular. Y mientras, Blanca, que me invitaba a marchar del  momento,  no cesaba en su amenaza de decirle a Jimena, lo gamberro que soy. No me quedaba pues, más remedio que hacerle caso y llegar hasta una plaza en la que un grupo musical daba vida a la Sinfonía número 40 ¡“Las palabras Mozart, Mozart, Mozart…!”  Las pronuncié con entusiasmo y la intensidad del disfrute por nuestra parte, diseñó un marcado ascenso en nuestras relaciones.

Pero de esta ciudad que enamora, uno no se puede ir sin visitar  la catedral. Entramos y ya la primera vista sorprende y carga el ánimo. La imaginación era superada  por la realidad. ¿Alguien como nosotros piensa que es difícil escuchar un concierto en el interior de tan importante monumento vivo?. Parece imposible pero de donde estábamos nosotros salían unas voces angelicales, además una conjunción completa de excelentes y completos concertistas capaces de producir unas emociones muy fuertes. El “Réquiem” de Mozart en directo ponía el colofón a nuestra estancia con aires alpinos, que jamás podrá borrarse de la memoria más profunda.

Mozart falleció a los 36 años, una edad muy temprana, y dejó escritas en torno 620 obras que incluyen 68 sinfonías, 36 sonatas para violín, 27 conciertos para piano, 23 cuartetos de cuerda, 6 quintetos de cuerda, así  como

 22 óperas. Puede decirse que a su manera hizo feliz a la humanidad, y escribió bellísimas páginas a pesar de las trabas que sufrió por parte personajes que no admitieron las genialidades de un personaje histórico. Lo dicho, exploté emocionalmente. Blanca y yo habíamos vuelto a ser muy amigos y Jimena vino a recibirnos a la vuelta en el  aeropuerto de Madrid.

¡!Gracias, Wolfgang Amadeus Mozart!

 

MANUEL ESPAÑOL

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