HORA BRUJA / CUCUFITA Y ET EN LA CASA DE CAMPO


Estamos en el pleno atardecer. Dentro de unos minutos el cielo presentará un aspecto rojizo abrasador, para dejarnos momentos después casi en las tinieblas; así hasta que salga la luna llena e ilumine con todas sus fuerzas lo que le permitan esas nubes con aspecto misterioso. No sé por qué ni a santo de qué, me encuentro en la mitad de un descampado de la madrileña Casa de Campo, próxima a un pequeño bosque arbóreo. El caso es que una vez aquí empiezo a soñar despierto con un paisaje hermoso y evocador salpicado por algunas presencias que yo mortal juzgo inoportunas y que están a cargo de personas que buscan una aproximación carnal a cambio de... y que no quiero ni gratis. A fin de conseguir un buen espantar que no hiera a nadie, les digo que no es buen sitio para ellas, que dentro de unos momentos aterrizará un platillo volante en el que ET y otros miembros de su tripulación extraterrestre harán una aparición justiciera, que llevan unas armas especiales capaces de convertir en piedra a cualquier persona a la que le alcancen sus rayos. Lo único que consigo es que se partan de risa a mi costa, que me digan capullo, que estoy como una cabra montesa y que en unos instantes me halle rodeado de lo "mejorcito" y mas provocativo del genero humano. Hasta tal punto llegan las cosas, que decido poner tierra de por medio, que yo a lo mío, a buscar un sitio  tranquilo, a contemplar un paisaje inspirador, a seguir soñando aunque sea entre nubes, con los rayos del sol que puedan filtrarse en el ocaso del día.  Lejos de estar asustado, me entra una sensación de paz y de buen humor. Me siento en un banco. Al final se ha puesto el sol y miro en dirección al lago, e imagino situaciones absurdas, tan absurdas como yo en según que momentos. Se da la circunstancia de que el  "ángel caído", estatua de Benlliure ubicada en el Parque del Retiro, se ha escapado de su sitio, se sienta junto a mi, y como no me ha hecho nada no altera mi tranquilidad; aun es más, me quedo mirándole fijamente y resulta que es una moza recia con muchos kilos de pintura sobre su piel, que me pregunta con toda guasa  si ha llegado ya ET. Le digo que si, que en realidad está con él en ese momento; me río y me llama vacilón, y utiliza otros calificativos que mi elegancia natural me impiden reproducir. Me dice que se llama Cucufita, Cucú para los amigos como yo, que como no hay mucho trabajo, que si no me importa se queda un rato o dos conmigo para no estar sola. Le digo que me llamo Gabino, que bien, que vale, que como guste. Por un momento pienso que se me han acabado esos sueños surrealistas en los que tanto me atrae introducirme. No es este el caso, porque me dice que siga con mis sueños idealizados. No puedo, porque en ese instante aparece por el cielo una luz muy verdosa mezclada con un intenso morado y tintes rojizos. El ruido es ensordecedor, como un soplido muy intenso. Unos cuantos metros sobre nuestras cabezas se deja ver un platillo volante enorme que me deja pasmado, con lo que  la calma se rompe en mil pedazos y en mi garganta se forma un nudo testicular. Yo tiemblo, Cucufita tiembla. Y como estamos paralizados, nuestros movimientos se limitan a ponernos tras unos arbustos que nos permiten ver el espectáculo cargado de misterio. ¿Existen los extraterrestres? Pronto lo sabremos. Una vez que aterriza la nave se extiende una escalera hasta el suelo. Se abre una puerta y aparece una especie rara de seres humanos mixtos. Mientras grito eso de "mi casa, teléfono, mi cama..." y me pregunto que donde he dejado el wasapp, observo que quien parece el jefe va plenamente vestido de blanco y en la cabeza una enorme mata de pelo rodea una especie de planta que mas bien se parece a un cactus salvaje. Y tras él van otros seis cactus vivientes. Nos han descubierto, van hacia nosotros, que estamos muy quietos y tenemos los ojos como platos. Llevan esas armas cortas que lanzan rayos petrificadores, tal y domo me he referido al principio. Cucú se ve presa de un ataque de pánico pensando que le van a disparar, se quedará convertida en piedra y al final la encontrarán sus padres "vestida" en el traje de faena y adivinarán de donde les llegaban los euritos que les enviaba cada mes. Por mi parte pienso que mi Jimena me llamará de todo por mi vida tan poco edificante, y me echará pintura negra que también hará parecerme al Ángel caído. Pero no, nos dicen que vienen en son de paz, que quieren saber como somos los terrícolas, cómo vivimos, como nos reproducimos, que se lo digamos mientras nos hacen unas cuantas fotos con sus maquinas sin fin. A mi que pidan lo que quieran, pero lo de la reproducción me da mucha vergüenza explicarlo, que lo haga Cucú, que es la experta. " Anda Cucú, Cucufita guapa, explícales." "¿Les pongo ejemplo practico?", me dice ella. "Bueno", contesto yo. "Gabino, Gabino, ven conmigo, vamos a ilustrar a estos señores". Le digo que no, "No, Cucú, nooooo, ten compasión. Cucuuuuuu, cucú". "Yo no me llamo Cucú. Despierta bien y me explicas" me dice Jimena echándome un jarro de agua tibia. A pesar del agua sonrío de forma placentera. Le explico: "Jimenita de mí alma, es una vieja historia que cuando despierte del todo te explicaré con detalle.

MANUEL ESPAÑOL

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