HORA BRUJA / CONFINADO CON VIRGINIA WOLF


En  verano, mi pueblo es el paraíso; y también otoño, primavera, invierno, o cualquier época que puedas alcanzar con tu imaginación con la que te fabricas tus propias realidades. ¿Será mentira? ¿será verdad aunque haya veces, quizás demasiadas, en las que ronda la tragedia que martiriza? Pero hoy saquemos nuestras mascarillas disimuladoras, lancemos nuestras miradas al cielo, que a veces es también castigador. Volvamos a dar pasos adelante y saltos a veces plagados de sonrisas que también son necesarias.
Si estoy aquí en el paraíso siempre soñado por mi, se debe que la tita ha hecho una escapada a Zaragoza para tomarse unos diez días de asueto junto a mi Jimena, siempre preocupada de que no le falte nada, que se quieren mucho. A mi me ha hecho verdadera ilusión el intercambio entre ella y yo, porque la pobreta llevaba al menos cinco años sin ver a la Virgen del Pilar, que eso no está bien para ninguna aragonesa. De esta manera se entiende que a fin de evitarle  preocupaciones, me ofreciese insistentemente para vigilar la casa en su ausencia, alojándome allí y gozando de la ayuda de Epifanio, el encargado que cuida de las vacas y del corral, y de su mujer Agripina, que se encarga de la limpieza del caserón. Con estas dos personas, más buenas que el pan de cristal, mantengo un grado de acercamiento muy alto, que no en vano se remonta.... Bueno, mejor no mentarlo, que otro día contaré la historia. "Ay que tunante eres, Gabino. Que te has conchabado con Cuqui para vivir una minitemporada a tu bola en el pueblo, mientras ella va al Corte Inglés, Puerto Venecia, Gran Casa... Lo malo, "chiqué", es que te puedes "chelar" por aquí, y en verano achicharrarte". No le falta razón a esta mujer a la que conocí de moceta, que bien guapa estaba y es ahora. Se lo digo a su marido, que se ríe, me llama pelota, y a modo de despedida dice: "Ya sabes, que si quieres, mañana te vienes a comer a nuestra casa, y pasado, y.... Por cierto, encima de la mesa hemos dejado una vianda que sin duda sabrás apreciar: tripiligapes de Biescas, que solo los puedes tomar con todo su sabor en nuestra casa y en la de la familia Ruba". ¡Así que viva el sabor y calor de hogar, y el olor a leña quemada que se respira por todo el pueblo cuando procede, con las chimeneas soltando humo del bueno! Los malos humos no tienen cabida en esta Villa.
La estancia donde me encuentro es un semisótano en el que se ubica la cadiera con dos bancadas y sus correspondientes mesitas enganchadas, rodeando a una gran chimenea con campana y rematada por un llamativo espantabrujas. Sin duda este es un lugar ideal para pensar en soledad y recordar los años de mi infancia. Y es que si bien me gusta  siempre mirar hacia adelante, también asumo la consigna de "recordar es existir". En este estar solo buscado, quiero entregarme a vivir intensamente. Es tiempo para soñar en lo imaginado y en lo que queda por imaginar hasta en lo que no existe.
La estancia tiene tres puertas. Una de ellas da a una pequeña cocina, con su correspondiente ventana que asoma a pie de calle, la otra a un pequeño comedor que casi siempre permanece cerrado, y una tercera que conecta con el corral de las gallinas ponedoras  y dos cuadras para las tres vacas y los dos caballos. En la planta superior se halla el salón donde la tita celebraba sus reuniones con aroma de rosario y chocolate, en las que no fallaba ni don Casto, el cura, para llevar la voz cantante, letanía incluida. Ahora Cuqui es menos pía y las chocolatadas se hacen con guateque final para ambientes mas lúdicos. Y si estoy ahí, las chicas de platino, una a una que, me sacan a bailar. Les enseño los ritmos   mas frenéticos, pero ellas entre que dicen ser mayores y que se cansan, exigen que me deje de tonterías, que prefieren el agarrado. Ay mocetas, ¿que es lo que queréis?. Picaronas, que sois unas picaronas...
 Luego existe otra tercera planta dedicada tan solo a dormitorios, con el auxilio de dos cuartos de baño. Asíque por unos días, todo para mi, sin mas compañía que mis malos pensamientos.  ¿Malos? No, fantásticos. Que con puestas de sol como esta, no puede haber maldad alguna. Poco importan las temperaturas casi extremas que jamás resultan impedimentos para disfrutar de un mundo mágico. Antes de salir de casa a dar una vuelteta, acudo a la  leñera y decido encender la chimenea a fin de sentir físicamente el calor de hogar a mi regreso. Me abrigo bien, cierro la puerta con llave, y ya estoy dispuesto a subir una cuesta desde cuyo alto se divisa un panorama hechicero que te lanza hacia  esos cielos soñados, y desde la que hace dos días se podía bajar con los esquís puestos. Lanzo mi mirada hacia la punta de Erata, el ultimo lugar en que se esconden los rayos de Helios, y veo que ha llegado el momento de bajar. De repente, a la altura del domicilio de unos amigos, noto el impacto de una bola de nieve y escucho los chillidos de unos niños: "Perdón, señor. Ha sido sin querer". Me he resistido a soltar los improperios que acuden raudos y veloces  a mi mente, y tras unos segundos suelto una carcajada. Mi cabecita loca y mi corazón se aceleran. Quiero volver a mi infancia y me uno a los chicos a lanzar bolas blancas, una de las cuales le alcanza a mi amigo Jorge, si, el padre de las criaturas agresoras, con lo cual me doy por satisfecho. La venganza ha sido consumada muy alegremente. Eso si, después de un abrazo bienhumorado, dejamos a la chiquillería en su casa y Jorge y yo nos vamos a la degustación de un vino caliente que nos ofrece Luis, es decir, de ese que reconforta tanto en este tiempo. Si señor, buen sabor y buena calefacción  central.
Así que con mis aires alegres y mi imaginación reforzada, pienso que ha llegado el momento de volver a Casa Cuqui. ¡Que buena es la tía, que ha dejado la nevera y la despensa bien llenas! Llego y me ladra "Sultán", un perro pastor alemán muy cariñoso, que me reprocha no haberle sacado a la calle, si bien al poco disminuye sus gruñidos y la emprende conmigo a lametones que me dan un poco de asco que no lo puedo evitar, a pesar de que no me gusta herir los sentimientos del animal.  Entramos a la cadiera, muy calentita y hasta preparada para hacerme un homenaje en forma  de barbacoa, si bien decido dejarlo para mañana y compartirlo con mis amigos de infancia. Hoy, ante la intimidad y el calor de una buena lumbre, decido penetrar en el interior del "Orlando" de Virginia Woolf, autora con la que siento compartir  un confinamiento cargado de simbiosis. A través de uno de los mas bellos poemas en prosa y especialmente seductores que han caído en mis manos. Pero al mismo tiempo y de un forma paralela se da el caso de que en estos momentos siento la necesidad de cerrar los ojos y dedicarme a soñar, aunque sea despierto con el compás  marcado por el crepitar de las llamas. Si, sonrío  y me da un ataque de nostalgia al acordarme de Jimena, a quien quisiera tener mimosamente abrazada; pero muy pegadito a mi quien se instala es "Sultán", al que acaricio y le dejo la mano izquierda en la parte baja del cuello. "Amigo, soñemos pues juntos y demos rienda suelta a nuestros pensamientos, pero callados. Pobres locos de nosotros, hagamos el mundo a nuestra manera".
Me gustaría, como Dante, bajar a los infiernos, subir a los cielos. ¿Existen? Confieso mi ignorancia y hasta mis dudas. Mis variaciones y mis certezas se desarrollan en medio de unos cambios que no entienden de medidas ni de limites y que navegan por lo etéreo. Por un instante, despierto de mis faltas de fundamentos mientras escucho los murmullos cargados si, de humanidad, por parte del perro, al que decido asir como si se me fuera a escapar.
Atizo un poco mas el fuego y vuelvo a la posición anterior. ¿Que hará en estos momentos Jimena?, ¿aun me quedan tantos días para volver a estar con ella? Abro los ojos y observo que "Sultán" inclina la cabeza y me mira con una ternura tal que me deshace. El pequeño sueño ha sido corto, pero intensamente hermoso.
Buenas noches.

MANUEL ESPAÑOL

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